“Es de esas cosas irresistibles, que le pasan a uno una vez en la vida. Esas cosas con las que uno no espera encontrarse en este mundo, pero que de pronto, aparecen imponentes ante nosotros, y nos damos cuenta: siempre las hemos necesitado, anhelado, deseado. Se insertan en nuestra vida, y sin ellas nos sentimos como vacíos, solos, incompletos. Esta era una de esas cosas. Primero sentí su presencia a mi izquierda, suave, pero insistente. Y me giré para ver: quedé absorto. Me sentí pleno, tibio, acogido a pesar de mi pequeñez ante semejante grandeza. Tan poderosa y a la vez tan cercana. Tan diáfana, que no puedes verla bien. No como aquellas que se ven a la distancia, cosas que uno cree pueden darle alguna satisfacción, cosas son lejanas, cosas por las que uno lucha y lucha, por supuesto inútilmente. Esta vez todo fue tan distinto. Tan especial. Y cuando la enfrenté, me invadió un deseo tan irresistible, irrefrenable. Estaba seguro, no tenía miedo. Y me acerqué. Con rodeos, vueltas giros, como queriendo evitar lo que sabía inevitable, tratando de prolongar más el disfrute de este momento, que sabía no tendría de nuevo, pero que bastaba con vivir una vez. Y me acerqué más hasta sentirme invadido de un calor intenso, muy intenso...” Y luego de decir aquello, en trepidante descenso cayó la polilla, sin antenas y un ala rota, a esperar que un zapato pusiera fin a su agonía.
Olmo...quizas es en el preciso instante en que nos damos cuenta que algo sin buscarnos, nos encuentra.
ResponderEliminarsaludos y felicidades por compartir tu luz.